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Pensando en voz alta las inconsecuencias de cierta “izquierda” y del “progresismo” - Narciso Isa Conde

“siempre decidido a unirnos y a acompañar las fuerzas dispuestas a profundizar las reformas estructurales, a desmontar los modelos neoliberales, a radicalizar los procesos en dirección antiimperialista y anticapitalista, a crear poder popular y ciudadano autónomo, y soberanía nacional y continental; a socializar en detrimento del capital privado y de la economía estatal burocratizada, y a desarrollar democracia directa, participación y autogestión.”

Narciso Isa Conde

Publicado: 2015-09-11

Vivimos días difíciles dentro de la oleada de cambios continentales en países bajo gobiernos que se han presentado, con diferentes grados de radicalidad y/o moderación, como opciones alternativas al neoliberalismo, a la dependencia y a las derechas tradicionales. 

Se observan estancamientos, repliegues, desgastes, degradaciones, inconsecuencias, corrupciones y deformaciones que ayudan a las fuerzas opuestas tanto a las reformas avanzadas como a los impulsos revolucionarios, y que en no pocos casos están arreciando las nuevas modalidades de golpismo, sedición y desestabilización apadrinada por EEUU y sus aliados.

La intensa dialéctica revolución y contrarrevolución, y reformas y contrarreformas –cargada de contradicciones y riesgos- nos emplaza a pensar en la manera de posicionarnos frente a estas complejidades.

Definiciones y delimitaciones inaplazables

Es necesario definir líneas de comportamiento político y ético.

Vamos por partes.

Primero: todo dentro de las luchas por transformaciones estructurales y nuevas revoluciones, nada fuera de ellas.

Hablo de procesos transformadores y revoluciones populares en dirección a crear nuevas democracias y nuevos socialismos, más allá de discursos reñidos con las prácticas exhibidas.

Hablo de no reproducir las inconductas de los instrumentos políticos y sociales del capitalismo o de las buro-partidocracias.

Segundo: nunca junto a los planes de las derechas por más deficitarias e inconsecuentes que sean las izquierdas reformistas, estatistas-burocráticas o las llamadas fuerzas “progresistas” y/o “nacionalistas moderadas” que ejercen gobiernos. Nunca con las fuerzas imperialistas o pro-imperialistas. Jamás con el neo-golpismo, la sedición contrarrevolucionaria y las reacciones anti-reformas, el intervencionismo y las guerras imperialistas de todas las generaciones.

Tercero: de ninguna manera acompañando o encubriendo las cagadas de esas izquierdas inconsecuentes y del llamado progresismo latinoamericano. Negados/as a proteger o silenciar corrupciones, clientelismos, y claudicaciones propias de la socialdemocracia o de un pro neoliberalismo light. Opuestos tanto a las conciliaciones y pactos con la gran burguesía transnacional o local, siempre empeñada en estrangular las transformaciones, como a la demagogia socialista que no altera la hegemonía capitalista.

Cuarto: siempre decidido a unirnos y a acompañar las fuerzas dispuestas a profundizar las reformas estructurales, a desmontar los modelos neoliberales, a radicalizar los procesos en dirección antiimperialista y anticapitalista, a crear poder popular y ciudadano autónomo, y soberanía nacional y continental; a socializar en detrimento del capital privado y de la economía estatal burocratizada, y a desarrollar democracia directa, participación y autogestión.

Quinto: no avalar, que a nombre de la izquierda, del antiimperialismo y del socialismo, se contemporice con modalidades de discriminación y nacionalismos chauvinistas en el ejercicio gubernamental: racismo, machismo, adulto-centrismo, homofobia, xenofobia, explotación y abusos clasistas.

Sexto: jamás justificar, a nombre del desarrollo y el progreso, las agresiones a la madre tierra y a la sanidad del ambiente; rechazar, auspicie quien lo auspicie, depredaciones, talas indiscriminadas, empleo de sustancias tóxicas, contaminaciones diversas, abusos transgénicos, desertificaciones y daños a la biodiversidad terrestre y marítima.

Séptimo: impugnar toda negación de democracia, soberanía popular, derechos humanos… negando que puedan ser considerados atributos de procesos o transiciones revolucionarias.

Octavo: no avalar el interés estrecho de las relaciones diplomáticas, comerciales, políticas interestatales, por encima de la solidaridad internacionalista entre las clases explotadas, pueblos y sectores discriminados, excluidos, oprimidos… generalmente potenciado ese interés de Estado con los procesos de fusión de los partidos y organizaciones sociales con los gobiernos de turno.

Aterrizaje de las pautas de comportamiento

Presentadas estas pautas, estos ejes de comportamiento político, vale entonces aterrizarlos frente a situaciones y procesos bien concretos. Vale ejemplificar, aunque ello genere ciertos inconvenientes y necesarias controversias.

Ningún derechista habrá de disfrutar verme haciendo alianza, coincidiendo, colaborando, metido en el juego o favoreciendo el accionar y los planes de la reacción venezolana, del gobierno de Obama, la CIA, la USAID, la DEA, el PENTAGONO y sus redes mediáticas; trátese de planes abiertamente sediciosos, violentos, desestabilizadores o golpistas; o sean éstos aparentemente o realmente pacíficos.

Ni la Mesa opositora, ni los Capriles, los Ledesma, ni los viejos copeyanos y adecos, menos aun los Mendoza y FEDECAMARAS, habrán de contar con el menor aliento de mi parte, sino todo lo contrario. A ellos no le reconozco ninguna autoridad moral o política para arremeter contra el chavismo, el PSUV y el gobierno de Nicolás Maduro; independiente de las críticas que éstos puedan merecer desde posiciones de izquierda y actitudes éticas revolucionarias, convicciones anticapitalistas, auténticamente socialistas.

Esto es válido también -en cada caso con sus particularidades y grados- para procesos como el argentino, brasileño, ecuatoriano y cualquier otro, donde -aprovechando sus incongruencias, indefiniciones, dualidades, errores, retrocesos, conductas indebidas y descontentos- las derechas, apadrinadas por EEUU y sus medios de alienación manipulan la situación y emprenden diferentes variedades de desestabilización y golpismo.

Ninguna de esas derechas, ni los grandes capitalistas, corporaciones transnacionales y potencias imperialistas que las auspician, pueden contar con nuestro favor.

Conocemos los límites, las lamentables involuciones y degradaciones morales de la alta dirección del PT de Brasil y del kirchnerismo argentino…sabemos de la tardanza de Alianza País en el Ecuador en la necesaria profundización anticapitalista de ese proceso, de sus fallas en el tratamiento de la cuestión indígena, en el problema ambiental, en el tema del aborto y la excesiva centralización del poder…pero sería una perversidad apostar, ayudar o ser pasivo frente al pretensiones de retrocesos de las derechas y ultraderechas locales y mundiales.

En Venezuela, Ecuador y Bolivia han tenido lugar transformaciones estructurales de gran valor, que diferencian esos procesos del argentino, uruguayo y brasileño; como es preciso diferenciar, desde el ejercicio ético del gobierno, a Uruguay y Ecuador de Brasil y Argentina.

Valoramos el significado de los procesos constituyentes y constituciones avanzadas donde se han producido, las reformas estructurales, los cambios culturales, los avances en la conciencia política liberadora, las conquistas sociales, las reivindicaciones económicas, la democratización registrada, el peso de las posiciones independientes -con más carga antiimperialista en ciertos casos como Venezuela, Bolivia y Ecuador y con un nacionalismo moderado en otros países sureños- a las que las fuerzas de la contrarreformas y de la contrarrevolución le tienen un odio serval, que tiende a potenciar posiciones fascistas. Esto incluye, con sus gradaciones, el reconocimiento a los valores del ALBA, UNASUR y CELAC en oposición a otras asociaciones subordinadas o compartidas con EEUU (ALIANZA DEL PACÍFICO y OEA…).

Curioso como Bolivia, donde las fallas e inconsecuencias son menores, la situación es más estable y menos vulnerable

Cuba: trazar ciertas rayas

En el caso cubano, en el singular periodo que vive ese país hermano de tanto valor para el proyecto emancipador, también entiendo hay que delimitar campos y trazar algunas rayas.

Con toda franqueza y reiteradas fundamentaciones -sin variar en lo más mínimo nuestra línea de solidaridad y valoración histórica de esa revolución- hemos sostenido que el modelo predominante en Cuba, sin alteraciones, hasta hace poco (estatista-burocrático, centralista, con fusión de partido-estado, sin democracia participativa, sin democracia socialista, sin socialización de la propiedad, la economía y el poder) se agotó y ha comenzado a reformarse.

Igual sostengo que hasta ahora las reformas emprendidas allí se limitan a una combinación de la herencia de la economía estatista, del modelo político centralizado, del mando vertical… con una gran apertura al cuenta-propismo, aceptación de la explotación del trabajo asalariado a nivel de pequeñas y medianas empresas privada, limitada cooperativización, preservación del carácter público-gratuito de la salud y la educación y un significativo espacio de acogida al capital transnacional, el cual tiende a potenciarse y diversificarse con el proceso de normalización de relaciones con EEUU.

A la vez considero que no ser enmendado y remplazado ese rumbo por un proyecto integral hacia una nueva transición socialista, el mismo podría conducir a un hibrido de capitalismo de Estado y capitalismo privado (predominante transnacional), que bloquee toda perspectiva socialista.

En ese contexto aparecen al interior y fuera de Cuba diversas reacciones sobre el camino a seguir en el plano de las estructuras de propiedad, la economía, la Constitución, el sistema jurídico-político y la posición frente a EEUU.

De mi parte todo aquello que entienda pueda conducir a una ruta pro-capitalista, ya sea por la vía de la contrarrevolución violenta o a través del avance evolutivo de las relaciones y la cultura capitalista, declaro que no cuenta con mi simpatía o respaldo.

Claro que siempre ponderaré positivamente lo que en cada fase de la transición se conserve de soberanía frente a las grandes potencias imperialistas, de política por la unidad y la independencia continental y preservación de logros sociales y políticos de carácter histórico.

Mi apuesta en el caso cubano es hacia la progresiva socialización de lo estatal (desfavoreciendo la privatización capitalista), hacia la autogestión y cogestión de la propiedad pública, la promoción de la economía campesina con tendencia a la asociación, la colectivización y/o cooperativización voluntaria de la propiedad individual y pequeñas empresas, la instalación de empresas mixtas en el caso de las nuevas inversiones con participación de capital privado en el contexto una planificación democrática; hacia cambios constitucionales y en el sistema jurídico-político en dirección a una nueva democracia alternativa al modelo vigente y alejada del modelo liberal capitalista, que promueva la separación de los roles de los partidos y organizaciones sociales del papel del Estado y sus gobiernos.

Esto a mi entender no es contradictorio con una transición que contemple aéreas limitadas de propiedad privada, inversiones extrajeras e interestatales debidamente reguladas, así como gradaciones prudenciales en el desmonte del modelo político e institucional y en la creación del nuevo modelo.

Implica, claro está, no deponer desde las fuerzas transformadoras-conductoras -más bien renovar- el antiimperialismo, el internacionalismo y la visión socialista como alternativa al capitalismo y al imperialismo actual, más destructivo hoy que todas sus modalidades anteriores.

Asumido así el tema, los enemigos de la soberanía cubana y partidarios de la recolonización neoliberal que actúan desde Miami, EEUU y en Cuba, los auspiciadores de la contrarrevolución violenta, nos tendrán siempre de frente, no importa nuestras reservas y críticas frente a situaciones presentes o futuras como las ya expresadas.

En aras de la democratización no creemos saludable conciliar con la llamada oposición tradicional de derecha que algunos califican de pacífica. Su democracia es agringada, de carácter liberal-burgués y no es eso lo que Cuba necesita.

En un periodo de transición en disputa, sería un grave error oxigenar esa derecha. La oposición a la cerrazón antidemocrática de la burocracia debe ser impulsada desde las izquierdas socialistas-comunistas y la diversidad anticapitalista y antiimperialista, incluida la izquierda cristiana, que tiende a crecer con los estímulos del nuevo Papa.

Igual el restablecimiento de las relaciones Cuba-EEUU no debe conducir, ni a equiparar culpas ni a mellar el antiimperialismo; tampoco a renunciar al post-capitalismo, posponiendo la transformación integral del modelo agotado e insistiendo solo en una democratización poco definida que le interesa a EU (especialmente a OBAMA y sectores parecidos) y a las derechas cubanas para desplazar el régimen soberano actual e imponer su hegemonía. La propuesta democrática de las izquierdas precisa diferenciarse de esa otra, procurando que los cambios garanticen la hegemonía revolucionaria.

No hay un Obama malo antes y un Obama bueno ahora, evaluable exclusivamente por su reciente actitud frente a Cuba. Si el imperialismo ha cambiado –y yo creo que sí- ha sido para peor en general. Es una fuerza horripilantemente decadente y destructiva. Su estrategia de dominio, coloniaje y sometimiento, contempla combinaciones o sustituciones de tácticas cuando se le agotan o les derrotan algunas, sin desistir de sus designios estratégicos que incluyen su guerra global con variadas intensidades. Hoy, aunque más decadente y con una crisis corrosiva superior a las anteriores, es más enemigo que antes de los pueblos y de la vida planetaria.

No olvidemos que Obama juega en su último periodo de cara a su “prestigio” y a su rol futuro. Falta poco para que aparezcan otros rostros y otros giros, amén de que nada inocente tiene eliminar el cerco y reducir el bloqueo para infiltrar relaciones y cultura capitalistas en las condiciones de Cuba, mientras intenta desestabilizar Venezuela.

Además muéstrenme a cuantas bases militares, intervenciones, guerras, ajustes neoliberales, embajadas intrusas, transnacionales depredadoras, flotas navales; a cuantos programas desestabilizadores, saqueos y montos de plusvalía y apropiación de lo ajeno, a cuantos aliados de derecha y extrema derecha y a cuantos atracos… ha renunciado el imperialismo actual.

Retroalimentación entre imperialismo y progresismo decadente

Cierto que ese imperialismo y sus derechas sociales y políticas están detrás de todas las iniciativas de desestabilización de los gobiernos independientes o no totalmente plegados, pero es inocultable que una parte de ellos están plagados de corrupción, sistemas de privilegios, contubernios con corporaciones y sectores de la burguesía, temerosos y vacilantes frente la necesidad de desmontar plenamente el neoliberalismo y las viejas instituciones, erradicar el dispendio clientelista y asistencialista, renuentes a profundizar los cambios, reproduciendo nuevas partidocracias, métodos propios de las derechas y concepciones socialdemócratas fracasadas.

Las cagadas y cagaditas de cierta izquierda y del llamado progresismo son realidades perjudiciales a enfrentar, no simples invenciones de los enemigos de las transformaciones, de los procesos reformadores, reformistas o revolucionarios; que, claro está, las derechas les sacan provechos políticos a las mismas.

Por ejemplo, la conexión de la cúpula del PT-Brasil con ODEBRECH, PETROBRAS, BANCO NACIONAL DE DESARROLLO, extendida a otros funcionaros y empresarios afines al PT y a gobiernos del exterior (incluido el dominicano y otros del Continente y de África), es un típico caso de tráfico de influencias y estafas multimillonarias a los Estados; evidenciándose las complicidades políticas, incluida el propio Lula y la Presidenta de Brasil.

Complicidades de instancias gubernamentales sensibles y corrupción de alto vuelo, han tenido que ver con el desangramiento de la economía venezolana, la vulnerabilidad del sistema de divisas y comercio exterior, quiebras y dificultades de empresas públicas y el enriquecimiento de funcionarios aliados soterradamente a sectores privados.

Las inconsecuencias, el freno a los cambios anhelados, las maniobras conciliatorias, la contradicción entre las palabras y los hechos, entre proclamarse de izquierda y derechizarse, entre anunciar socialismo y dejar que se imponga la realidad capitalista, entre proclamarse opción de los trabajadores y permitir la continuidad del reino buro-partidocracia y el gran capital con algunas modificaciones y logros sociales- desgasta, frustra, genera crisis y descontento popular. Hacerlo a nombre de la izquierda nos afecta de manera sensible.

Una izquierda auténtica, transformadora, revolucionaria, anticapitalista, al tiempo de seguir enfrentando a la derecha revanchista, a la cúpula capitalista impulsora de la sedición, no debe ser indiferente al lamentable devenir de estas expresiones de “progresismo” y de ciertas facciones reformistas dentro de gobiernos denominados de izquierda, si es que aspira y actúa para que repunte y avance la oleada de cambios, para que se radicalicen los procesos reformadores, para que se amplíen el número de países en tren de rescate de soberanía, democracia real y liberación social. ¡Para que los proyectos socialistas avancen aboliendo sostenidamente la hegemonía capitalista!

21-08-2015

Santo Domingo, RD

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Trajinantes

Revista de investigación y reflexión sobre el poder popular


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